Cruce de caminos

En varias ocasiones, tanto en persona como en este blog, fuí testigo del menosprecio e infravaloración con respecto a la estadía en hostales. Ellos actúan como un centro en el cual los viajeros se juntan para descansar, compartir historias y simplemente divertirse. Estos núcleos sociales son muy importantes, en especial para aquellos viajeros, como yo, que disfrutan de la libertad de viajar solo pero a la vez necesitan de esa interacción social. Es acá, en el espacio de solo un par de horas en las que, a menudo, charlas con extraños como si fueran amigos de toda la vida; a veces creando una larga amistad, y otras terminan al día siguiente y nos los ves nunca más.

Por lo menos así se supone, hasta que un par de semanas y fronteras después, ves una cara conocida cuando entras a un hostel nuevo o en un bar pequeño en un pueblo. La cosa con los viajeros es que, aunque proclamemos ser tan únicos y aventureros, por lo general terminamos cruzando caminos similares. Hay ciertas atracciones que se encuentran en la gran mayoría de las rutas, las que, en combinación con el constante intercambio de historias y recomendaciones, hacen que estos lugares se vuelvan focos de reuniones imprevistas.

Uno de los muchos ejemplos sería Jacob, un viajero estadounidense que conocí en Dusseldorf. En ese entonces había perdido el cargador del celular y él vino a rescatarme. Enseguida nos volvimos amigos y fuimos a explorar Dusseldorf, e inmediatamente después de esto terminamos en Colonia, ya que nuestros planes coincidían brevemente. Un par de días después fuimos por caminos separados; él, camino a Francia, y yo (con un nuevo cargador) hacia Países Bajos.

Como ya mencioné en varios posteos, Gante es una de mis ciudades favoritas, a pesar de que en raras ocasiones vuelvo a visitar ciudades, esta vez me permití una excepción. Recomendé Gante a varias personas y claramente Jacob fue una de ellas, y allí se encontraba sentado cuando llegué al hostel.

Como dije antes esto no es poco común, a tal punto de que de ninguna manera esto fue coincidencia. Por lo general, incluso si no conoces a nadie en el hostel, es muy probable que conozcas a personas que conocen las que vos conoces. Es simplemente una forma de vida entre la comunidad de viajeros.

Un ejemplo más extremo de esto pasó, cuando mi amigo Conor y yo viajabamos por Croacia. Con la pandemia y sus restricciones nos acostumbramos a ver no tantas caras conocidas, sin embargo, cuando esto ocurría, por lo general, podíamos encontrarlos de manera rápida. Cuando íbamos al hermoso Parque Nacional Plitvice pasamos la noche en un departamento cerca del mismo, y en este se encontraba una pareja que solo pudimos ver en la distancia. Volvimos a ver a la misma pareja en el parque nacional, esto no nos sorprendió, ya que es la única atracción en el área. Todo normal.

Luego de nuestra visita, a último minuto cambiamos nuestros planes y en vez de quedarnos en el área nos fuimos ese mismo día. Una ojeada rápida al mapa y decidimos ir a Zadar, una ciudad en la costa a dos horas en auto. En el viaje reconocimos el auto de la pareja polaca y bromeabamos sobre que a lo mejor iban al mismo lugar.

Cuando llegamos a Zadar lo primero que hicimos fue buscar comida. Y como ninguno de los dos quería gastar mucha plata fuimos a un local de kebab chico a unos pasos del hostel. El lugar tenía dos mesas y mientras comíamos, en la otra estaban sentados los que en este punto parecían nuestros acosadores polacos. Los saludamos con una sonrisa amable y enseguida nos fuimos a un bar que tocaba música en vivo.

Y no muy tarde después vimos a nuestros “compañeros viajeros” polacos llegar y ubicarse a unas mesas de distancia. Las chances se estaban volviendo astronómicas. En medio de una pandemia en la que casi nadie viaja, tomando una ruta poco convencional directamente de Plitvice a Zadar y después pasar la noche en dos establecimientos pequeños en una ciudad repleta de bares y restaurantes, cruzamos caminos en cada vuelta. Ambos sorprendidos por la coincidencia y con la ayuda del alcohol, los invitamos a compartir la mesa.

Fue ahí cuando al fin conocimos a nuestros “seguidores”, Pawel y Justyna, una pareja polaca de Łódź (como muchas ciudades en Polonia, se pronuncia de manera totalmente diferente a lo que uno se espera desde el punto de vista británico). Ambos estudiantes sin mucho que hacer en plena pandemia y, como nosotros, estaban viajando por la ruta sin ningún plan o dirección alguna.

Tomamos hasta que el bar cerró y siendo solo las 10 p.m. (restricciones por covid) compramos un par de botellas de cerveza y nos fuimos a la costa. Allí, a pesar de la lluvia y peligrosos vientos, pasamos varias horas en una noche que involucró altas cantidades de alcohol, aprender a bailar el tango y Conor saltando a un mar lluvioso y altamente peligroso para rescatar sus ojotas las cuales él mismo tiró.

Nos volvimos buenos amigos y luego de que Conor y yo nos separemos, me encontré con ellos en Split e incluso visité Łódź cuando pasé por Polonia unos meses después.

Subido el: 18/06/2021

Escrito por: Tom Taylor (@tomtayloor)

Nota: Cuando escribí esto estaba trabajando en un campamento de verano en Rumania. En un viaje a Bran (un pueblo pequeño conocido por poseer el Castillo de Drácula) me crucé con uno de mis estudiantes de cuando daba clases en Zaragoza. ¿¡Cuáles son las probabilidades?!