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Mi Familia Española
El encuentro con la bienvenida acogedora de una familia española, construyendo una amistad para toda la vida.
Antes de la pandemia, tuve la suerte de llamar por nueve meses a Zaragoza mi hogar mientras enseñaba inglés en una de las ciudades más grandes de España. No es en particular la ciudad más conocida (por lo menos en mi experiencia), para mi Zaragoza encaja a la perfección como una ciudad la cual se puede vivir más la cultura auténtica española, a diferencia de lugares más turísticos como Barcelona o Madrid. También esperaba que esto me ofreciera la oportunidad de estudiar y practicar el idioma. Este último punto fue en el que a lo mejor falló, no por culpa de la ciudad, sino que al enseñar inglés en un estilo de total inmersión, lo que significaba que no se permitía el español en clase, más las largas horas quería decir que mis amigos eran compañeros de trabajo, o sea hablantes de inglés nativos.
Fue con uno de estos colegas y amigos, Sofie, con la que estaba sentado afuera escuchando música en vivo, rodeado de una vasta variedad de camiones de comida que ofrecían un sin fin de variedades gastronómicas. Nos encontrábamos en uno de los muchos eventos a lo largo de la ciudad por una de las celebraciones más grandes del año, Pilares. Existe el estereotipo que las personas de España; y el resto del Mediterráneo; saben como disfrutar de la vida a través de la comida, bebidas, sientas y, en este caso, fiestas. Este estereotipo es cierto. Pilares es un festival que dura una semana en honor a la Santa Patrona de Zaragoza, la Virgen del Pilar. Esta es una semana de baile, música, comida, bebida y muy poco trabajo.
Mientras estábamos sentados a lo largo de uno de los camiones de comida, absorbiendo tanto la atmósfera como algunas cervezas, un grupo de personas mayores se acercó a preguntar si podían usar el espacio restante en nuestro banco. Esperábamos a unos amigos, pero como ya habían pasado varias horas les concedimos el espacio.
Enseguida buscaron entablar una conversación con los dos extranjeros en la mesa, para ser justos no es nada común de ver, particularmente, en Zaragoza. Mi español siendo casi inexistente en este punto, y su inglés un poco mejor pero obstruido por la música alta y varias cervezas, dependíamos fuertemente de los servicios bilingües de Sofie. A pesar de la barrera del lenguaje, nos unimos a ellos no solo por las varias bebidas sino que también compartieron con nosotros una variedad de comida española que habían traído. Aprendimos que a pesar de que ellos eran todos de esa área, lo que todos tenían en común es que compartían el pueblo de Lechago (en España, es muy común tener un segundo hogar afuera de la ciudad en un pueblo pequeño, el cual pasas la mayoría de los veranos y fines de semana).
De todos, los dos con los que más conversamos fueron Luis y Raquel, los cuales ambos en esta ocasión vestían ropa tradicional de Aragón. Habíendolos conocido solo un par de horas antes, nos dijeron que dejaban al resto del grupo para ir a otra fiesta y nos preguntaron si queríamos acompañarlos.
Sin dudarlo un segundo, los seguimos y luego de un corto viaje en taxi dos maestros ingleses se encontraban en lo que resultaba ser una reunión familiar. Conocimos primos, sobrinos, sobrinas, abuelos y todos los de en medio (los cuales la mayoría no hablaban nada de inglés). Por suerte, en este punto la barrera del lenguaje no era competencia con la cantidad de alcohol que había sido tomada y muy felices nos unimos a la celebración familiar hasta las tempranas y olvidadas horas de la mañana. Nos mantuvimos en contacto y nos juntamos a tomar algo en varias ocasiones en los próximos meses, casi siempre con similares consecuencias relacionadas al alcohol.
Fue en navidad que sentí que realmente me convertí parte de la familia. Sin planes para las fiestas me quedé en Zaragoza por trabajo, hasta que en el día de navidad fui honrado con la invitación de Luis, Raquel y sus tres hijos. Luego de una Navidad Española con paella, Ambar (cerveza local) y juegos de mesa, me sentí genuinamente bendecido por su amabilidad.
Y después, Carnaval.
Al igual que Pilares, el Carnaval es un evento muy importante en Zaragoza. Sumado a esto también era el cumpleaños de Luis, lo cual una memorable, o inmemorable, noche estaba garantizada. Me invitaron al pueblo sobre el cual había escuchado mucho, Lechago. Es en verdad un pueblo muy chico con una población de a lo mejor cincuenta personas, raras veces todos se encuentran allí, y un bar. La ventaja de esto es que todos se conocen entre sí y no hay problema al entrar de casa en casa.
Una de las costumbres del Carnaval son los disfraces y esta familia se tomó esta responsabilidad con seriedad. Como consecuencia, en la zona rural de España me encontré anadeando dentro de un pequeño bar con mi tropa de seis pingüinos. Una larga noche por delante terminó en un “club” en el cual podías encontrar a pingüinos bailando con hippies y payasos hasta las primeras horas, de lo que podría considerarse un garage grande.
Mi estancia en Zaragoza se acortó por la pandemia, pero incluso yendome con un día de aviso, la última persona que ví fue Luis. Todavía sigo en contacto con toda la familia. La familia que fue gran parte de mi estancia en España. Mi Familia Española.
Subido el: 12/04/2021
Escrito por: Tom Taylor (@tomtayloor)
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